Vivimos en una sociedad en continuo y progresivo cambio, en la que los avances tecnológicos se suceden uno tras otro, lo que provoca que, lo que hoy es novedoso, mañana ya no lo será.
Las grandes compañías llevan muchos años utilizando una estrategia comercial de supervivencia, consistente en introducir «características especiales», dentro de sus productos (principalmente en los de base tecnológica), para que la vida útil de estos, aún siendo teóricamente ilimitada, no exceda un limitado número de años, para que los consumidores se vean obligados a sustituir su bien original por otro que cumpla la totalidad de las funcionalidades originales, o bien que las mejore. A este fenómeno se lo conoce como obsolescencia programada u obsolescencia planificada.
Esta práctica de la obsolescencia programada se lleva usando en secreto desde hace décadas, a nivel mundial, en las compañías fabricantes de electrodomésticos, para conseguir que los clientes adquieran sus productos, ofertando un alto nivel de calidad y fiabilidad, sin que ello suponga un excesivo nº de años para su reposición. Son numerosos los casos de usuarios que aún adquiriendo, por ejemplo, una nevera o lavadora de último modelo, de alguno de los principales fabricantes, se ven obligados a substituirla por otra nueva porque sufren algún fallo o avería, ya fuera del periodo que cubre la garantía, y cuya reparación resultaría casi tan costosa como comprar una nueva.
La obsolescencia programada posee una más que nociva influencia sobre el medio ambiente, generándose una ingente cantidad de residuos de difícil reciclaje, como muestra la imagen del inicio.
Me gustaría presentaros más en profundidad este apasionante tema de la obsolescencia programada, a través del siguiente vídeo-documental al respecto:
http://youtu.be/goYPBQp63Q4
Este fenómeno ha adquirido una nueva dimensión en el campo de las nuevas tecnologías (de la información, comunicación y ocio), ya que en éstas se produce una importante variante con respecto al caso general de los electrodomésticos; aquí el fenómeno es más acuciante, hasta el punto de no ser necesaria que se produzca una avería del producto, sino que el simple hecho de «no estar a la última, o no tener el último modelo», actúa como factor desencadenante de la obsolescencia tecnológica. La mejor manera de explicarlo es hacerlo mediante un ejemplo real.
Éste quien os habla, descubrió escondido, hace pocas fechas revisando en una caja de abalorios, su viejo walkman (un aparato para reproducir casettes de música hace un par de décadas). Este hallazgo hizo que me planteara el gran número de aparatos similares que habían pasado por mi vida desde entonces. El cambio en los reproductores musicales ocurrido desde que utilizaba este walkman ha sido fulgurante, pasando de ahí a un discman, poco después a un discman MP3, posteriormente a un MP3, seguido de un MP4, un smartphone, para terminar en la actualidad con el uso de una tablet, que realiza las labores de reproducción multimedia.
Casi una decena de diferentes aparatos para cubrir la misma necesidad (reproducción de música de forma portátil), y sin que ninguno de los predecesores se viera deteriorado en exceso ni averiado hasta el punto de dejar de funcionar. La substitución de los mismos se producía antes del fin de la vida útil del bien, lo cual contrasta con la concepción tradicional que los consumidores solían tener del proceso de compra y de vida útil de los productos de gran consumo, los cuáles, solían ser sustituidos al cabo de muchos años de uso y tras dejar de funcionar de forma imprevista y generalmente justificada.
Los grandes expertos afirman que en el campo del hardware y software, la obsolescencia programada se articula por medio de las actualizaciones obligatorias de los equipos al conectarse a Internet, además de las ya tradicionales incompatibilidades entre sistemas y/o programas.
Para ejemplificar la obsolescencia programada tenemos el caso de los famosos reproductores de Apple, i-Pod. Las baterías de éstos se solían estropear, en gran medida, a los 18 meses de su adquisición, justo cuando ya había vencido la garantía, siendo además imposible repararlos de forma efectiva y económica lo que provocaba que los usuarios, acostumbrados a su uso diario, tuvieran que acabar comprándose uno nuevo. Algunos de estos usuarios llevaron a juicio a la compañía americana, ganando el caso y provocando que Apple tuviera que aumentar por ley su período de garantía y crear un servicio de reparación específico para los modelos que no permitían la sustitución de la batería.
Sobre éste y otros ejemplos habla el video que os presento a continuación a modo de resumen:
La existencia de este tipo de resoluciones judiciales, muestran que es posible luchar contra este tipo de prácticas abusivas que practican los grandes fabricantes de forma impune y continuada. Debemos ser consciente de nuestros derechos como consumidores y usuarios.
Cabe decir a modo de conclusión, que es tarea de todos nosotros, como consumidores responsables, denunciar y luchar contra estas prácticas abusivas, y tratar de lograr que los productos que compramos, bajo la premisa de calidad y fiabilidad, perduren un tiempo razonable, ya que en estos tiempos de crisis debemos tratar de «estirar» lo máximo posible aquello en lo que gastamos nuestro dinero.
Buf, la de cosas que dejé en un cajón por las «nuevas tecnologías»… aunque aún guardo con cariño alguna cinta VHS, mis vinilos…
Es increíble ver lo rápido que un aparato tecnológico pasa a ser una reliquia. Actualización o desperdicio?? Ahí está el dilema. Gracias por tu aportación.